El dorado brillante impregna nuestras vidas de nuevo
En el reino naranja de Donald Trump, de la sobreexcitación de verborrea, de los sarpullidos fascistas de machos barbudos y la monocromía sonora del reguetón, el oro ha pasado a ser a-dorado, de nuevo. Algunos dirán que nunca se fue, y que lo que, en tiempos pasados, era más un valor seguro, una inversión, que, en forma de anillos o colgantes, aseguraba una reserva siempre canjeable en tiempos de flaqueza, es ahora un símbolo de la miseria moral que impregna nuestras desdichadas vidas capitalistas.